
M9: Mónica Muñoz
Mónica Muñoz
Colección del Metalibro
2020
Chile
Alicante
Metalibro
Javiera Novoa
Mónica Salinero
Digital casera
Tapa blanda, corchetes omega
Bond ahuesado
978-956-401-631-3
40
Bond ahuesado
La fotografía nos ha planteado interrogantes respecto a nuestras formas de ver y comportarnos en el mundo, y en este número de la Colección M del Metalibro -que reúne una selección de la obra de Mónica Muñoz- quizás la pregunta más evidente es respecto a la dualidad. Esa visión maniquea sobre la que hemos construido nuestras costumbres, sobre lo que nadie debería ver y lo que sí deberíamos ver de nuestras propias experiencias. En último término, aquello que queda recluido en el mundo privado y que no debería ser expuesto en el mundo público ni a nuestros propios ojos. Sin duda, no se trata de cualquier mundo privado, se trata de hacer explícito lo íntimo. No hablamos aquí de pornografía, quizás en parte de erotismo, amor y desbordada alegría, pero es mucho más que eso. Puesto que se trata de una serie fotográfica principalmente de imágenes de lugares cerrados que dan la sensación de espacios íntimos, más allá de si se tratan de lugares públicos, dormitorios, calles solitarias o interiores de autos en movimiento. Aquí la intimidad propia de la visión tradicional de lo privado contrasta con la intimidad de lo público -por ejemplo, esta misma edición que hará circular las imágenes públicamente- esto es la intimidad de la expresión del ser, que hace del espacio público un contexto de encuentro en donde convivir en los sentimientos.
Así, la fotografía misma de esta edición nos arrastra hacia otros cuestionamientos y perspectivas de reflexión: Acaso ¿puede la fotografía representar (como teatro y como volver a hacer presente lo que representa) esa intimidad que sólo se expresa en los momentos más escasos e improductivos para este mundo neoliberal, esos momentos del vacío, ese vacío de cuando no hay pasado ni futuro? No es posible si quiera intentar imaginar respuestas, si no aceptamos que la historia de la fotografía ha estado rodeada de un halo siempre misterioso. Aun cuando este misterio ha tensionado su entendimiento, muchas veces oscurecido su comprensión como el resultado de un acto de interpretación y representación de una parte delimitada del espacio/tiempo, que se basa en los principios del comportamiento de la luz. La fotografía no puede separarse del poder que le otorgamos y que vivimos al contemplar sus imágenes.
Esta persistente sensación de misterio o, más precisamente, de conformar un acto sobrenatural y mágico, hace que hasta hoy haya personas que crean que al ser fotografiadas se les roba algo de su ser, quizás hasta su alma; así como también las personas cientificistas le concedan a la fotografía el poder de capturar un momento, un episodio de nuestras vidas para creer que pueden vencer el olvido y el tiempo, y trascender como la palabra. Es por ello que al observar las imágenes de Muñoz nos sumergimos en un relato sobre la expresión de la intimidad que en realidad no tiene más fronteras que la comprensión del encuentro con los sentimientos de quienes las podrán ver. Si nos preguntamos por la posibilidad de representar el vacío sin motivo de la intimidad, es porque esa intimidad es la aventura de la vida, de ese estar con la otredad, con otros propios y externos co- existiendo en los momentos en que no hay nada más que un vacío, si no la simple y pura existencia, casi como un estado de iluminación difícil de alcanzar. Una vez que llega, parece volver la magia fotográfica y representar, como la hace aquí, ese estado del vivir sin necesidad exterior que se rebela y revela a cualquier mala costumbre del deber que lo quiera aprisionar.