Terranova

Terranova es un proyecto que comencé en 2013, año en que falleció mi padre, autor de las fotografías que componen el libro.

Mi padre tenía 52 años recién cumplidos cuando yo nací. Existía, por tanto, toda una parte de su vida que yo no conocí. Una vida dedicada al mar principalmente. Desde los 16 años trabajó para mantener a punto la maquinaria de todos los barcos en donde iba, ya fuera en la marina mercante o en pesca de altura. Su vida fue un gran iceberg para mi; solo una parte estaba visible.

Todo lo que sé de aquella época es gracias a las historias que él contaba con detalle escrupuloso, a las historias que los demás cuentan ahora que él ya no está.  Historias de alta mar, de medusas hasta la rodilla, de peleas entre hombres borrachos, de  accidentes con final feliz, de soledad.

Somos una familia numerosa y ahora estoy segura de que cada uno de nosotros conoció a un hombre diferente: el padre primerizo, el padre exigente, el padre que escribía cartas desde alta mar intentando cumplir con sus funciones, el padre cariñoso... El padre que empezó a sentirse como tal al jubilarse, como si con 52 años y 5 hijos a las espaldas aún no supiera cómo serlo.

Recuerdo de niña visitar uno de sus últimos barcos, el Neutrón. Me impresionó lo sellado que estaba, las tuercas y tornillos que cerraban puertas y ventanas, los espacios pequeños. Fotografías y detalles personales intentaban hacer las estancias más acogedoras, más habitables. Se sentía el frío, se sentía la humedad que te entraba hasta los huesos.

De aquellos años mi padre heredó miles de historias, muchos compañeros y la costumbre de sujetar el vaso mientras comía, no fuera que la marea lo hiciera deslizarse por la mesa. Nosotros heredamos historias, ausencias, cartas y fotos que ahora se sienten como tesoros.

Este fotolibro es un retrato de mi padre, de un hombre dedicado al mar y a la familia, pero también es el retrato de cientos de hombres que tuvieron que alejarse miles de kilómetros para ganarse un jornal. Hombres que pasaban meses en alta mar, alejados de familia y amigos, mientras la soledad y la crudeza del trabajo esculpían sus manos y su carácter. Hombres que esperaban cartas que les acercaran a los seres queridos y palabras que les dieran fuerzas para continuar alejados, aguantando el frío casi polar. Rodeados de agua, millas y millas de agua, deseando ver algo nuevo en el horizonte, ya fuera una foca o un iceberg. Porque, al fin y al cabo, todos ansiamos ver algo nuevo en el horizonte...