Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt
Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt
Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt
Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt
Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt
Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt
Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt
Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt
Renacimiento del Silencio y de la Lentitud - Evelyn Hellenschmidt

Renacimiento del Silencio y de la Lentitud

Evelyn Hellenschmidt

Selfpublished

Year

2021

Country

Spain

City

Madrid

Text author

Luis G. Adalid

Binding type

Isabel Zambelli

Number of pages

48

Paper weight

Mediaset Photoline Pmc 260 FD

Notes

LOS TIEMPOS LENTOS DE EVELYN H.

Es la belleza como eco o residuo de la posibilidad primera que sigue latiendo entre las infinitas
gradaciones de luz y de sombra. Es la reafirmación de un inmediato sensible, ético y estético a la
vez (1); una pequeña resistencia poética ante la vorágine derrochadora de vidas gastadas entre
rutinas y grises, ante los tiempos inexorables que se miden siempre comparándose entre sí, como
los relojes que, en realidad, solo pueden medir a otros relojes. Es la belleza que propone quien
sabe que lo realmente vivido no es tiempo, ni es susceptible de ser medido o comparado, porque
el tiempo no es más que una convención al margen del transcurso de la vida y la simple intención
de medir o de comparar suele alterar la percepción de lo comparado y lo medido, y el único tiempo
que pudiera ser considerado como tal, como sugirieron Bergson o Proust y tantos otros, es el
tiempo interior y no entra, por tanto, en las mediciones, en las tablas de los desasosegados, de los
esclavos del entretenimiento continuo, ni en las estadísticas de los actuales gestores de esa
“normalidad” extrema que nos proponen como vida.!
!
Es la mirada sensible que busca el roce con la indefinición del momento que pasa. Un lugar
propio, creado mirada a mirada, gesto a gesto, para generar en torno a él una mitología de lo leve,
de la lentitud, de lo callado; para explicar y explicarse la vida; para encontrar algunas respuestas
como lleva milenios intentado el arte, o para fijar, al menos, algo de lo que ha sido o de lo que ha
podido ser: para que lo que no está esté, se fije y sea estar, estancia, cuerpo, como poetizó
Valente (2).!
!
Es la mirada maculada de quien desde ese lugar propio ha decidido sumarse a lo existente
mediante un trato íntimo con una naturaleza que no tiene prisas; una mirada que deja huella, que
“mancha”, todo aquello en que se posa su mirada y así, todo lo vuelve naturaleza, todo puede
volver a ser, al unísono, puro existir.!
!
Es la voluntad consciente de convocar y ritualizar esos desbordamientos en que vive lo individual
desde una sensibilidad que queda reflejada en la dimensión poética que impregna cada una de
sus obras y parece seguir aquella “línea de sombra” –la inevitable “zona de sombra” que es cada
ser humano (3)– que va de Goethe a Hesse, de Whitman a Wittgenstein, de Thoreau a Sebald, y
evidencia la imposibilidad de separar lo sensible de lo intelectual, la materia de lo espiritual, el acto
de su potencia, porque asume que hay cosas en la vida que no pueden explicarse ni demostrarse
por separado… que hay que experimentarlas y sólo tras haber estado inmersa en ellas, tras
haberlas habitado y ritualizado, sea posible, tal vez, reconocer y mostrar su verdad.!
!
Es un desentendimiento absoluto de la crítica especializada de un mundo que se muestra
indiferente ante cualquier atisbo de verdad; la huida consciente de esos conceptualismos duros o
de esa pedantería excluyente, tan habituales hoy, que han llevado al arte a su desencantamiento,
a la pérdida progresiva de su magia, diluida entre contenidos meramente discursivos. En estos
tiempos del triunfo del marketing sobre el arte, del clic de la inmediatez, de la instantánea, de lo
banal y de lo hiper-fotografiado, Evelyn H. propone formas de hacer, rituales, que intentan
devolver la realidad de hoy, la de la tiranía de la cultura del dato y de la novedad permanente, al
mito originario, a la narración, ralentizando intencionadamente su tiempo mediante el tratamiento
del espacio. Rituales, que por su carga simbólica, exigen un pulcro y respetuoso manejo de las
cosas; una mirada –una fotografía– tratada como una nueva oportunidad de belleza, como una
nueva posibilidad que se abre a nuevas posibilidades. Porque también entiende que lo bello no es
en sí sino tan solo una confluencia fortuita –después tal vez un juego–, de momentos en los que
las cosas se relacionan, se muestran, se ocultan o se deshacen, entre las infinitas calidades y
gradaciones de luz y de sombra, según fluye la atención y el pensamiento.!
!
Ya sean los detalles de un cuerpo ritualizado entendido y propuesto como paisaje de un territorio
personal recolonizado simbólicamente por la naturaleza –fastuoso escenario en el que quedan
consignados secretos y divinidades (4)–; ya sea un museo con escenas detenidas –disecadas–,
como parodias de una naturaleza definitivamente sometida, a las que intenta devolver un aliento,
duración, fulguración, presencia (5); o ya sean unas vistas que parecen fotografiadas con el alma;
en cada caso, en cada obra, son lugares a salvo –reservas– para la contemplación, para hacer
calladamente o simplemente para la ternura, que desvelan las verdaderas articulaciones de su
propia realidad. Paisajes de un territorio propio, que recogen sus inquietudes y sus certezas y
transmiten una calma ritual, –unos tiempos lentos– a la manera de Mahler, por ejemplo, ajenos a
la inmediatez de la “instantánea” y que construye aproximándose a lo simbólico –todo ritual lo es–
intentando convocar una atmósfera y un tiempo «fuera del tiempo» que queden suspendidos en la
obra y se manifiesten cada vez que sea contemplada. Una duración incierta, un tiempo improbable
–el único que puede otorgar un artista–, en escenas de contornos indefinidos y momentos no
mensurables, silenciosos, intentando evitar así cualquier estridencia visual o cualquier imposición
formal que pudiera convocar la más mínima forma de violencia. La presencia de la naturaleza
como inmanencia, aunque solo se muestre de manera mínima o testimonial –unos pétalos sobre
un cuerpo, que devienen manchas como marcas de agua propias sobre paisajes o sobre escenas
de interiores– refleja una voluntad de ser y de hacer que se niega a convertirla en mero simulacro.!
!
Vida y obra asumidas en sus circunstancias (6), que como Goethe o como Hesse, parecen vagar
por el mundo, preguntando a cada instante a las cosas ¿qué realidad me propones? ¿qué sabes
tú de mí?.!
!
1) Ignacio Castro Rey: Roxe de Sebes. Mil días en la montaña.!
2) José Ángel Valente: ב Bet (Tres Lecciones de Tinieblas)!
3) Ignacio Castro Rey: Ética del desorden!
4) Byung-Chul Han: La desaparición de los rituales!
5) José Ángel Valente: ב Bet (Tres Lecciones de Tinieblas)!
6) L. Wittgenstein: “no hay vida “universal” sino vida en sus circunstancias”.!

0
    Carrito
    Carrito vacio